Reírse de sí misma ¿Liberación o humillación?, El stand up de Nanette

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Eve Alcalá G.

Esta entrada fue primeramente publicada para el medio feminista independiente Luchadoras MX, en julio de 2018*

En Netflix, la oferta de shows de mujeres que hacen stand-up es vasta pero las comediantes feministas se llevan las palmas: irónicas, brutales, tremendamente brillantes. Simplemente van a la yugular.

Entre ellas está Ali Wong, comediante y escritora que durante su embarazo se plantó en el escenario para bailar twerk, con su show dejó de romantizar el embarazo y la maternidad. También está Malena Pichot, comediante y guionista argentina quien lleva diez años siendo una “Loca de mierda”. En esa oferta podemos encontrar a feministas blancas como Amy Shumer haciendo monólogos sobre su cuerpo gordo usando cuero. A quienes no encontré fue a las mujeres negras comediantes, al parecer, ellas no figuran en esta plataforma a diferencia de los comediantes negros.

Hace un par de días llegué a Hannah Gadsby y a su especial Nanette. Les digo algo, ¡agárrense la caja entera de pañuelos!. Esta comediante australiana, actriz, lesbiana e historiadora del arte cuestiona y  rompe todo lo que creíamos saber y disfrutar del stand-up comedy y el arte. Esta mujer cuyo sonido favorito es el que se produce al apoyar una taza de té en su “platito” y quien abraza su sensibilidad como principal fortaleza, les dejará con el moco tendido.

Crédito: The Skinny

Nanette, Hannah, aborda temas y situaciones reales y serias que parten de su experiencia personal. El ser lesbiana, el sobrevivir al abuso sexual, la homofobia aprendida e incorporada en el cuerpo -ella aprendió a negarse y odiarse desde pequeña-, el machismo sistemático, el absurdo mandato del género binario, la misoginia, el abuso de poder por parte de los hombres blancos heterosexuales, las enfermedades mentales, y la cuestionable “Historia del arte”. Imaginen broma tras broma abordando cada una de estas experiencias ¡Brutal!.

La homosexualidad era considerada un delito en Tasmania -de donde es Hannah- hasta 1997. Ese discurso dominante que sanciona las preferencias sexuales permeó su adolescencia. Como ella afirma, el 70% de las personas que la criaron, cuidaron y amaron creían que la homosexualidad era un pecado. Ella creció sin referentes que la hicieran abrazar su ser lesbiana, su salirse de la norma. Con Nanette, Hannah, cuestiona todo lo que la sociedad considera “normal” y correcto, y sobre todo se cuestiona la forma tradicional de hacer stand-up.

“He construido mi carrera con base al humor autodespreciativo y no puedo seguir haciéndolo. ¿Entienden lo que significa el autodesprecio para alguien que ya de por sí está marginada? No es humildad, es humillación. Hablo mal de mí misma para poder hablar, en busca de permiso para hablar. No volveré a hacérmelo a mí ni a nadie que se identifique conmigo. Y si eso significa el fin de mi carrera como comediante, que así sea“.

Un chiste, explica, tiene dos componentes esenciales: una introducción y un remate. Primero tensa a las personas y luego los libera con la risa. Pero ella está harta de la tensión. Y reafirma su decisión de dejar la comedia, pues ya no se siente cómoda. La historia de su adolescencia y de cómo salió del clóset la ha narrado a base de chistes, de tensión y risa. Ese monólogo cómico se convirtió en una repetición, una rutina, un relato que se creyó. Ahora, quiere que su historia sea escuchada, una historia con un inicio, un desarrollo y un final. Una historia que la ayude a sanar las heridas que le hicieron en realidad.

Hannah me hizo recordar como nosotras mismas nos contamos relatos de quiénes somos una y otra vez, nos casamos incluso con relatos que son falsos, y de tanto repetirlos, los creemos. Hay historias que necesitamos dejar de contarnos. A Hannah, le plantaron la semilla de que debía de odiarse por quién era desde muy pequeña. Con Nanette, ella decidió contar su historia desde la dignidad.

“Quiero que mi historia sea escuchada, lo que habría dado yo por escuchar una historia como la mía. Para sentirme menos sola."

Este brutal y conmovedor monólogo es una montaña rusa de emociones. Hombres blancos y heterosexuales prepárense para sentirse incómodos, señalados, y profundamente tensos. Estén listos, para cuestionar sus privilegios y actitudes tóxicas masculinas que replican y aplauden a diario. Pero recuerden ¡Son sólo bromas! ¡sólo bromas! ¡ja!. Y para la comunidad artística ¡pfffff! prepárense para abandonar el discurso de que para ser creativo uno tiene que sufrir, basta de idealizar y romantizar una enfermedad mental, como afirma Hannah, no es sinónimo de genialidad.

A diferencia de otras comediantes con monólogos en Netflix, Hannah, nos da una lección tremenda de lo violenta y misógina que es la “Historia” del arte. “Cada vez que dejo a una mujer debería quemarla. Si destruyes a la mujer destruyes el pasado que representa”. Esto lo dijo Pablo Picasso, el “mejor” artista del siglo XX. Ella resalta como siempre se habla de su obra, de lo importante que es el Cubismo para la humanidad, se exalta y reproduce el relato de su genialidad; pero nadie habla del relato en donde Picasso abusó sexualmente de María Thérèse Walter, nadie habla de la perspectiva de una joven de 17 años. Esa historia no tiene voz.

“No soy una víctima. Se los digo porque mi historia tiene valor. Nuestra resiliencia es nuestra humanidad. No permitiré que mi historia sea destruida. La risa no es un remedio. las historias son nuestra cura. Necesitaba contar mi historia para que la sintieran y entendieran. Su historia es mi historia, y mi historia es su historia. Pero ya no tengo la fuerza para ocuparme de mi historia. No quiero que el enojo defina mi historia”

Con este cierre Hannah nos invita a pensar que las historias nunca son absolutas, que los relatos no son estáticos, que la neutralidad no existe y que si priorizamos una parte de la historia nos dice mucho desde dónde se está escuchando, revela una postura política. Hannah Gadsby sabe que en re-historiar nuestros relatos está la cura. Apelar la humanidad de la persona con la que no estamos de acuerdo y resonar con su historia, y así, tejer una multiplicidad de relatos, diversos, distintos. Una constelación de relatos, conectados.